La Vida

El transcurrir de la vida frente a un jardín capitaleño

En muchas casas de Santo Domingo se vive de espaldas al jardín; la familia que vive aquí, no puede


Enclavada en la Urbanización Fernández, esta encantadora residencia fue diseñada por el arquitecto dominicano Heriberto Purcell, en 1997, logrando dotar a los 500 metros cuadrados de construcción, y a los 1,100 de solar, de un concepto que evoca a la forma de vida tropical inherente al Caribe.

La vivienda, totalmente orientada al exterior, es práctica, cómoda, bien ventilada, y consta de dos niveles que separan claramente a los espacios más íntimos de la familia de las áreas sociales. Aunque las áreas no son grandes, son variadas y permiten toda la comodidad que amerita el desarrollo de las actividades que una familia numerosa, con cuatro hijos, necesita para su diario vivir y sus actividades sociales.

Esta casa es una edificación de arquitectura simple y tradicional donde priman los materiales nobles y cálidos, como la madera preciosa y el mármol -que le aportan calidad y prestancia a este espacio arquitectónico-; los techos a cuatro aguas; las cornisas; los revestimientos de ladrillo; la piedra coralina en el patio; y el chingle que reviste el techo del gazebo exterior.

Toda la residencia luce, en extremo, bellamente decorada. El tradicionalismo de su infraestructura se mezcla armónicamente con un toque de modernidad que aportan algunos elementos ornamentales. En sus paredes cuelgan y se exhiben numerosas pinturas, producidas por los mejores artistas dominicanos contemporáneos. Es, en definitiva, la mimada sencillez y cuidada calidad de su interiorismo, lo que en el vestir podría compararse a un traje Chanel. No hay nada de más; nada de menos. Es como un buen traje cuando lo vistes, la comodidad hace que no lo sientas; así es la residencia de esta familia.



La parte principal del hogar, la cocina, está orientada al jardín y es la protagonista y causa de la forma de vida que allí se desarrolla. Su disposición hacia el exterior es punto de unión entre el comedor formal y la terraza, siendo esta última una de las áreas de mayor uso familiar. Es en la amplia terraza, con sala-comedor incluido, donde sus anfitriones hacen vida íntima y social, comen, descansan, leen, reciben a los amigos y hasta celebran los cumpleaños y fiestas.

Para una familia puramente dominicana, como esta, es imposible vivir de espaldas al jardín -a diferencia de la mayoría de las residencias capitalinas-, y de ahí, se deriva su singularidad. El anfitrión proviene del corazón de la ciudad, la Zona Colonial, punto de encuentro cultural a través de los años de nuestra patria; y la anfitriona es del corazón del país, el campo cibaeño. Su raigambre sembró desde niña el amor por la naturaleza que le lleva a mantener, cuidar y embellecer el precioso jardín que se ha convertido en el centro de la vida de su familia.

En el espacio ajardinado se destaca una gran variedad de orquídeas, recolectadas de varias partes y de patios amigos; y más de 200 especies vegetales, entre ellas: bandas, catleyas, phalaenopsis y dendrobium. La diversidad de palmas y de helechos, todos en armonía, saludables y esplendorosos, también llenan este patio-jardín de colores y, sobre todo, de un verde intenso...

La naturaleza se congrega alrededor de la piscina y la cascada obsequiando una vista sin igual y un dejo de paz al observador; y es allí, donde radica la alegría de quienes habitan esta casa, y la agradable sorpresa de quienes la visitan. Este encantador espacio natural, en el centro de la ciudad, permite vivir una vida mirando al jardín.

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