miércoles, 8 de febrero de 2012

A propósito del mes del corazón



Frutas Saludables
SANTO DOMINGO. Sal, azúcar y grasas. Tres ingredientes ligados de mala manera a una serie de condiciones crónicas: hipertensión arterial, colesterol alto, diabetes y obesidad. Cualquiera de ellas lo puede llevar al hospital. Combinar más de dos, es un gran riesgo.

Pero hay algo que resulta confuso: si bien la generalidad los considera "malos", también son necesarios para nuestra salud integral. El truco es cuánto consumir y saber cuáles alimentos son las fuentes primarias para sustituir y evitar.

En el mes de la prevención de las enfermedades del corazón, sumamos nuestro aporte nutricional a esta lucha que esperamos ganar.

¿Sodio o sal?

Al sodio le va tan bien el traje de villano que se nos olvida su lado bueno, que es ni más ni menos, el de mantener el balance de agua y electrolitos en nuestro cuerpo y ayudar a acarrear los nutrientes dentro y fuera de las células. Cuando el sodio resulta poco, la presión arterial tiende a bajar, haciéndolo sentir cansado, letárgico y descoordinado.

¿Culpables favoritos? Seguro que los conoce. Hay sal para todos en la comida chatarra, en la procesada; en la fermentada y encurtida, en los embutidos y carnes curadas, en muchos quesos y en casi toda la comida enlatada.

Para cambiar el hábito: Elimínela gradualmente. Se toma unas 3 a 6 semanas en adaptar su paladar hasta que ya no note la diferencia. Chequee los empaques y no consuma nada que sobrepase 140 mg de sodio por porción; experimente con sustitutos dentro de su especiero y agregue la sal hasta el último momento... quizás ni siquiera note que no la necesitaba.

Grasas... la buena, la mala...

Hay clubes "antigrasa" en el mundo, pero es esencial para la salud...provee energía para las celulas, protege los órganos, ayuda al cerebro y nervios a funcionar y a la absorción de vitaminas. Sólo que se necesita en poca cantidad, pero aún así debe ser de la "buena". Y por "grasas buenas" nos referimos a las que se encuentran en el salmón, el aguacate, los nueces y aceites vegetales como los de maíz, canola y oliva.

Las malas son las llamadas grasas saturadas y las transgénicas, que hacen subir el colesterol "malo" y disminuyen el bueno. Aprenda a distinguir cuál es cual y a balancear su ingesta.

Encuentra mucha grasa en la leche entera, la mantequilla y los quesos; la mayonesa, la tocineta, las salchichas y las aves con piel; las frituras, bizcochos, galletas y otros horneados.

Para cambiar el hábito: recorte gradualmente en los lácteos, pasando de enteros a semidescremados y luego a descremados; utilice técnicas de cocción en las que no necesite aceites añadidos; elimine la grasa visible, la piel en el pollo y prefiera los cortes magros; reconsidere sus porciones y sus meriendas que muchas veces exceden las cantidades recomendadas de azúcar, sal y grasa.

¡Azúcar...tan dulce!

Es virtualmente imposible eliminar el azúcar de nuestras vidas; es como si estuviéramos genéticamente vinculados a su sensación. Lo cierto es que no necesitamos "azúcar añadida" para vivir, pero sí los carbohidratos para que el corazón lata, los músculos se contraigan y el cerebro piense. El azúcar que el cuerpo necesita viene naturalmente en las frutas, los granos y los lácteos, y además, con otros nutrientes. Es el azúcar añadida y en cantidad la que potencialmente hace daño.

Hay azúcar de más en las bebidas a base de café y de té, las sodas, las bebidas energéticas y deportivas, los jugos con azúcar añadida; los chocolates, los yogures saborizados, los pies, los bizcochos y los postres congelados... entre otros.

Para cambiar el hábito comience evitando las bebidas endulzadas, sobre todo con los niños en casa; vaya disminuyendo cantidades en base a sustitutos dulces naturales y sea creativo

No hay comentarios:

Publicar un comentario